lunes, enero 15, 2007

¿Apoyo a la persona o a la estrategia?
La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) revela los efectos de las estrategias de la comunicación en el manejo de los discursos políticos, y su efecto en la imagen de grupos de identificación y en personajes que los representan.
El estudio recalca que, mientras la Concertación se debate entre expulsiones, renuncias y acusaciones por corrupción, lo que lleva a un castigo ciudadano sobre el capital de imagen de la clase política en general, hay un tratamiento con una suerte de guante blanco para aquellos personeros que son capaces de marginarse de esa clase. Por ejemplo, varios cuentistas políticos como Patricio Navia han destacado como una fortaleza de la Presidenta Bachelet su capacidad de ponerse fuera de los conflictos contingentes, lo que le ha llevado a separar su imagen personal de la imagen de la coalición que la llevó al poder.
Mirando este fenómeno desde el punto de vista de las estrategias de la comunicación, surgen varios aspectos importantes. El primero de ellos es que la estrategia de ubicarse en una posición no contingente supone la evasión de los acontecimientos. Esta no es una calificación ética, en ningún caso. Tampoco hay que confundirlo con la capacidad de “mirar las cosas desde arriba”. En general, cuando un miembro de la clase política se pone fuera de la contingencia es evitando hacer declaraciones y eso significa salir voluntariamente de la vitrina conflictiva por un tiempo que considera necesario.
Las crisis y los conflictos en los escenarios políticos tienen un enorme poder centrípeto, por lo que cualquier intervención puede llevar a un personaje –sin importar su peso- al centro de la contienda. El mantenerse fuera de ello tiene una relación directa tanto con la habilidad de manejar los mensajes como con la disposición de un fuerte equipo de personas que establezca una distancia entre el personero y la prensa. Periodistas, consultores, asesores, además de guardias y escoltas en el caso de políticos con funciones públicas importantes, se transforman en una barrera física –no sólo virtual- para evitar que los medios de comunicación los lleven al centro del ruedo conflictivo.
Lo segundo es la capacidad tanto de copar como de ordenar la agenda de los medios de comunicación. Para ello, las estrategias de comunicación política apuntan a las declaraciones adjetivadas, más que las sustantivadas. Vale decir, se trata de declaraciones fuertes en calificativos y en ocasiones cargadas de emocionalidad, pero con poco sustento de contenidos o de información. Los discursos políticos, en el afán de evadir los conflictos, están llenos de alusiones generales, formulaciones y eslóganes, parafraseos y re-semantizaciones.
En definitiva, a la hora de calibrar el apoyo ciudadano, lo que en realidad se está midiendo en el mundo político son las estrategias comunicacionales de los personajes evaluados, su capacidad de escapar de la fuerza de atracción de los conflictos y el éxito persuasivo de las mismas. El capital de imagen político, así, se construye en el ámbito de los discursos a través del inteligente manejo de las circunstancias y los mensajes con arreglo a los intereses de cada personaje.
Bajo ese prisma estratégico, cabe preguntarse por la posibilidad de aparición de nuevos liderazgos en el mundo político. Si el apoyo ciudadano está determinado por el éxito de las estrategias de comunicación, y a su vez éstas tienen una relación directa con la disposición de equipos para manejar los contextos y los mensajes en un sistema de medios masivos y tecnologizados, ¿hay posibilidad de proyectar, por ejemplo, liderazgos locales y vecinales a planos políticos mayores? ¿Puede un presidente de junta de vecinos postularse a concejal, alcalde o incluso diputado sin pasar por el cedazo de las actuales estrategias de comunicación política y hacerse valer únicamente por sus propuestas y competencias para desempeñar una función?
Dependiendo de la respuesta, el debate sobre estrategias de comunicación en el mundo político nos debe llevar al acceso a los medios, al enfoque de éstos como empresa y a la deontología de la política.

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