domingo, marzo 18, 2007

Identidad y errores gubernamentales
La identidad es una capacidad de autoreconocimiento de individuos y colectivos que nos permite saber, entre otras cosas, de dónde venimos, para qué estamos donde estamos, y a dónde vamos. Nos permite conocer nuestras fortalezas y debilidades, y a ver aquellas cosas que ocurren a nuestro alrededor y que pueden ser fuente de oportunidades o, al contrario, pueden ser una amenaza.
Tener identidad es mucho más que tener estilo. Uno puede adoptar un estilo y caminar ufano por la calle creyendo que es propio, pero podría no ser otra cosa que una copia o un simple ensayo de postura externa. Tener identidad es, entonces, el objetivo primario de cualquier estrategia de comunicación: implica la configuración de un ser propio, nacido de las emociones, experiencias y conocimientos (colectivos, cuando se trata de identidades corporativas).
El mes de aniversario del gobierno ha probado que este pilar comunicativo se ha desdibujado, si es que alguna vez se tuvo, y que actualmente sólo queda un estilo como significante vacío. Muy postmoderno, se dirá. Se sabe que se hacen ciertas cosas porque corresponden a un "estilo" de gobierno, pero no se sabe porqué o a dónde nos lleva y, por lo tanto, no se puede actuar en consecuencia con los valores que emanan de una identidad.
La identidad es un conjunto de rasgos que nos distinguen de otros. ¿Qué distingue al gobierno de sus antecesores? ¿O de sus opositores? ¿Podríamos decir con sinceridad que una postura frente a la vida, un proyecto histórico? No aparecen. No aparece una meta, una misión y visión, como se establece en términos de estrategia empresarial.
Es por eso que, al entrar en la arena de la política o en cargos de gobierno, ocurre lo que explica Patricio Navia en su columna de el domingo en La Tercera: que la sobrevivencia o el simple pasar por la labor pública depende sólo de la capacidad de "hacer suf" o, como se podría decir chilenamente, de la habilidad de "esquivar el bulto".
El caso de Loreto Ditzel en Chiledeportes es emblemático: como no hay identidad, no hay un claro perfil de cargo para el director de Chiledeporte. Se necesita llenar un puesto y se pasea entre perfiles tan disímiles como el periodista deportivo Aldo Schiapacasse y la sicóloga ya mencionada cuya idea de deportes era vaga y lejana. Después de cometido el error, todos tratan de "esquivar el bulto" y sólo varios días después de la renuncia aparece alguien haciéndose responsable de la consecuencia de una falta de identidad. Y da la casualidad que el responsable no es el jefe directo de Chiledeportes.

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