Las fallas comunicacionales del cambio cultural en el TransantiagoUn proyecto de cambio cultural debiera tener en cuenta ciertos elementos mínimos:
- Información: El primer paso es conocer con exactitud aquello que va a pasar. Anunciarlo con mucha antelación y machacar el mensaje insistentemente, hasta la majadería si es necesario.
- Provocar una reacción afectiva: Se trata de un acercamiento emotivo, ojalá positivo, ante el proceso de cambio. Es decir, lograr que al menos el público objetivo se interese en lo que va a pasar. No necesariamente que le guste, pero al menos que le interese.
- Generar el cambio conductual: Pasar a la acción de los individuos. A que el interés o el gusto pasen a una conducta.
Los dos primeros pasos se pueden lograr casi simultáneamente, en parte, haciendo un diseño del rumbo que tomará el cambio cultural en conjunto con los públicos que tendrán que aplicarlo (vivirlo, sufrirlo, depende del punto de vista). Analizando el diseño y la aplicación del Transantiago, se ve que eso no ocurrió. El mayor acercamiento que tuvieron los diseñadores del sistema fue a través de los alcaldes y los jefes del área de transportes de las comunas del Área Metropolitana... ¡hace casi seis años!
Habiendo obviado un diseño con participación ciudadana, la obligación estratégica habría sido una campaña comunicacional (no sólo publicitaria) con una gran antelación. Pero eso tampoco ocurrió. La campaña publicitaria empezó sólo dos meses antes y los planos de recorridos (que no contenían la totalidad de ellos) llegaron apenas un mes antes de empezar a operar.
Los usuarios del transporte público no supieron hasta que realmente comenzó el sistema dónde estaban los paraderos (con esas etiquetas minúsculas y carteles negros ilegibles); aparecieron los buses "clones" del Metro y no se informó; se hicieron cambios de recorridos y no se informó (ni siquiera a los choferes).
La reacción afectiva, ante el uso, es negativa. Las frecuencias ralas, los recorridos lejanos, los atochamientos humanos que recuerdan hatos de ganado, hablan por sí solos y generan la antipatía de los usuarios ante el cambio cultural. Los llamados de las autoridades (que no andan en micro) a la paciencia no son suficientes. Hay falta de fiscalización y el continuo culpamiento a las empresas parece un "compra huevos" a ojos de los ciudadanos.
Por tanto, la obligación de una conducta sin información y sin acercamiento afectivo, conduce a un cambio cultural incompleto y a todas luces ineficaz. Es como construir una mesa con una tabla y sin todas sus patas: en algún momento se va a caer.
- Información: El primer paso es conocer con exactitud aquello que va a pasar. Anunciarlo con mucha antelación y machacar el mensaje insistentemente, hasta la majadería si es necesario.
- Provocar una reacción afectiva: Se trata de un acercamiento emotivo, ojalá positivo, ante el proceso de cambio. Es decir, lograr que al menos el público objetivo se interese en lo que va a pasar. No necesariamente que le guste, pero al menos que le interese.
- Generar el cambio conductual: Pasar a la acción de los individuos. A que el interés o el gusto pasen a una conducta.
Los dos primeros pasos se pueden lograr casi simultáneamente, en parte, haciendo un diseño del rumbo que tomará el cambio cultural en conjunto con los públicos que tendrán que aplicarlo (vivirlo, sufrirlo, depende del punto de vista). Analizando el diseño y la aplicación del Transantiago, se ve que eso no ocurrió. El mayor acercamiento que tuvieron los diseñadores del sistema fue a través de los alcaldes y los jefes del área de transportes de las comunas del Área Metropolitana... ¡hace casi seis años!
Habiendo obviado un diseño con participación ciudadana, la obligación estratégica habría sido una campaña comunicacional (no sólo publicitaria) con una gran antelación. Pero eso tampoco ocurrió. La campaña publicitaria empezó sólo dos meses antes y los planos de recorridos (que no contenían la totalidad de ellos) llegaron apenas un mes antes de empezar a operar.
Los usuarios del transporte público no supieron hasta que realmente comenzó el sistema dónde estaban los paraderos (con esas etiquetas minúsculas y carteles negros ilegibles); aparecieron los buses "clones" del Metro y no se informó; se hicieron cambios de recorridos y no se informó (ni siquiera a los choferes).
La reacción afectiva, ante el uso, es negativa. Las frecuencias ralas, los recorridos lejanos, los atochamientos humanos que recuerdan hatos de ganado, hablan por sí solos y generan la antipatía de los usuarios ante el cambio cultural. Los llamados de las autoridades (que no andan en micro) a la paciencia no son suficientes. Hay falta de fiscalización y el continuo culpamiento a las empresas parece un "compra huevos" a ojos de los ciudadanos.
Por tanto, la obligación de una conducta sin información y sin acercamiento afectivo, conduce a un cambio cultural incompleto y a todas luces ineficaz. Es como construir una mesa con una tabla y sin todas sus patas: en algún momento se va a caer.
12 comentarios:
Alvaro,
Quiero felicitarte por el excelente artículo.
Demasiado buen y bien fundado con extrema claridad.
Que más decir.-
Cuídate.-
Gracias por tus palabras Chere... lo malo del vaticinio es que el ciudadano común, y sobre todo los más pobres, pagarán los platos rotos.
¡Genial análisis! Digno de recomendación ;)
¡Saludos!
Hola, la primera vez que escuché Transantiago (o leí mejor dicho), fue allá por el 2002 en el cuerpo de reportajes de el mercurio. El 2004 esto ya estaba en boca de todos... Y creo que si apelas a la emoción, debieras recordar lo que sucedió cuando estos buses nuevos salieron por primera vez a la calle. Gente lloraba de emoción en plaza Italia y al mismo tiempo se lanzó una campaña publicitaria que explicaba algo, muy somero eso sí, de lo que sería el caos.
Pero era obvio, todo era mentira, ahí existió comunicación amigo.. todos esto fue parte de la gran fantasía que nos mostró la concertación para ganar las elecciones presidenciales. Se inauguró mucho, pero quedó poco.
La gente no es tonta, para los que andamos en micro todos los días, sabemos que las micros amarillas eran incómodas y malolientes, pero al menos cumplían un objetivo.. llegaban a los hogares de la gente. Sí, ese es efectivamente el problema, no es comunicación, ya que en este mundo estoy apestado a esta altura de la comunicación. Con un hno gemelo publicista y un montón de amigos que estudian lo mismo, me he dado cuenta que la comunicación no es más que una patraña cuando se topa con los problemas reales de la gente. A una señora ofuscada, con poco sueño y descanso, no se puede pretender "venderle" algo que empíricamente sufre todos los días.
El transporte público retrocedió en el tiempo, se han olvidado de uno de los valores fundamentales que es la dignidad de las personas. Para eso, no existe estrategia comunicacional.
Respondeme, como le explicas a la gente común y corriente que este sistema no fue pensado en ellos. Sino que se hizo pensando en que los automovilistas tengan las calles más libres, que a costa de su hacinamiento en los buses se pretende disminuir la contaminación.. no es más lógico legislar sobre los automoviles con convertidor catalítico? ya que este aparato tiene una vida útil y después contamina demasiado.
Claro, si ocurre algo así, como restricción vehicular para todos, los sectores más pudientes ponen el grito en el cielo. Pero claro, mejor que lo pongan los con menos recursos, ellos siempre serán los olvidados, aquellos que sólo tienen voz cuando se acerca una elección política.
Bueno, eso era. Parece cualquier cosa menos comentario.
Saludos.
Y si, lo bueno se recomienda y ello me motivo a visitarte. Notable tu analisis, muy paegado a al realidad.
Cuestra abtraerse eso si de el alto costo que nuevamente los ciudadanos mas necesitados de este terruño, tendran que cancelar por la premura irresponzable de muchas autoridades.
Saludos y te dejo cordialmente invitado a revisar la columna de hoy (Escrita por Daniela Allel)
Un abrazo te sigo leyendo
Luis, te encuentro la razón en parte: la comunicación como proceso adquiere la ética de quien la usa (da para otro artículo más adelante).
Estoy de acuerdo en que no hay cómo explicarle a la gente que esto no se hizo pensando en ellos. Pero pudieron haberselo "vendido" mejor. En chileno: pudo haber sido con vaselina (aunque suene picante), pero fue así nomás.
Mira dónde te vengo a encontrar!
Me fui a leer a la Pastora y salté aca, jajajaja.
hace unos meses atrás un gran amigo llegó a mi casa con un libro de "Alvaro Medina" y firmado por el autor.
Te apareces por todas partes.
En cuanto al Transantiago, estoy de acuerdo en muchas cosas contigo, pero sobre todo creo que se aprende
haciendo y la única manera de aprender es usándolo.
A mi modo de ver el peor error es Navarrete.
Cariños de una Arciana.
Nadiezhda!! Caramba, mira que encontrarnos por acá... Espero que no te pierdas. Yo estaré viendo tu blog, por cierto.
Un abrazo
CARTA ABIERTA AL PUEBLO DE CHILE
Como sinónimo de progreso siempre se ha entendido una mejoría a una condición anterior. Si antes andábamos a 30, el progreso lo mejora a 50, o por último a 40. Es así como años atrás se hablaba de sistema operativo DOS, ahora podemos desenvolvernos en Windows Vista.
Si antes andar en micro era sinónimo de esfuerzo, ahora estamos hablando de dignidad. Eso es exactamente lo que hemos perdido. Ya no basta con levantarse más temprano, ni con hacer un sinnúmero de transbordos en las micros y buscar las mejores combinaciones. Los chilenos de este país nos sentimos violados en nuestros derechos y lo peor es que cada día se puede ver el caos en las calles de Santiago.
Transantiago le cambió la cara a la ciudad. Eso es verdad: ahora existe tristeza, preocupación, miseria. Hoy mismo veía cómo consolaban a una mujer embarazada en la estación de metro porque no podía subirse y menos andar en esa condición y exponerse a ser pisoteada en todo su ser por un sistema que le cerró las puertas a la tercera edad, discapacitados, niños y a ella misma.
En forma particular, los vecinos de Ciudad Satélite, Maipú, nos hemos visto de manos atadas respecto a este nuevo sistema de transportes. Sólo contamos con un alimentador, el que en horas punta colapsa y se repleta en las villas nuevas. ¿Tendremos que caminar hasta allá para poder subirnos? Para qué decir si vamos al centro: tenemos que tomar tres locomociones y si nos atrevemos a andar en metro, es mejor armarse de paciencia y reservar aire.
¿Qué solicitamos? Un recorrido expreso desde Ciudad Satélite hasta el centro de Santiago. Nada de buses de acercamiento al metro, pues no queremos vernos expuestos a desmayos ni menos a muertes por ataques al corazón. El ES-4 Ciudad Satélite-Santiago Centro era un servicio eficiente y lo queremos de vuelta. No queremos llenarnos de buses piratas que cobran $800 por un servicio que sólo es de $380 y los consiguientes riesgos en caso de accidentes de tránsito.
¿Qué está pasando en el sentimiento colectivo? ¿Dónde está la voz de este Chile que se quedó mudo? ¿Acaso es necesario ser pobre para reclamar y exigir? Es una lástima lo que ocurre. Con esta situación ya debería haber un paro a nivel general para que mejore esta situación.
Ahora, si razonamos con lógica, el progreso entendido por los gobiernos actuales funciona a la premisa de antes a 30 y ahora a 10. ¡Realmente es inexplicable! ¿Nos quedaremos de brazos cruzados?
Esta carta es para el chileno común y corriente, para la autoridad electa por la ciudadanía y para todo aquel que discrepe con esta opinión.
Héctor Orellana, chileno y con dignidad.
Uhhh...
¿Sabes cual es el problema? Más allá de las estrategias publicitarias y comunicacionales implementadas? Es la misma sociedad chilena, a la cual se le intentó implementar un sistema transportivo del primer mundo en una realidad del tercero, donde microbuses articulados pasan por miles de baches antes de llegar a destino final, donde los que terminan ganando son quienes suben por detrás de las micros y no pagan un peso, a sabiendas que igual subirán los pasajes, especialmente en Metro (es cosa bien sabida), además de sustentar un cambio que en otros países ha tenido años de planificación, pero como en Chile se reclama por todo, absolutamente TODO, no queda más remedio que el conformismo.
Personalmente no he tenido mayores dramas con el sistema, pues tengo alimentador a la carté, troncales por Pajaritos y todo bien (incluso me parece loco el comentario del vecino héctor quién reclama por más servicios en la villa donde residimos, ya que al menos en Ciudad Satélite no he oido de ningún reclamo (y siendo que no sería malo un segundo alimentador).
Además, la misma licitación de los servicios de información y comunicación que los ganó Tata Consultancy Services fue una tontera, pues estuvieron buen tiempo eligiendo la propuesta más barateli... ¿Y qué pasó? Ahora tendrán que aplicar nuevamente nuevos mapas, cambio de colores y nuevamente gastos que según Sergio Espejo salen esencialmente de los privados, pero nadie me quita la ídea que igual sacan su % de las arcas fiscales o similares.
Finalmente, más allá de la comunicación sobre el nuevo sistema, pienso que desde octubre de 2005 hasta ahora y siempre tiene que haberse enfatizado en los DEBERES DE LOS PASAJEROS, pues mucho de habla de los DERECHOS, pero si la misma gente actua como animales y no tiene al menos la decencia de comportarse a pesar de todo, entonces ¿qué menos podemos esperar?
Un saludo y buen blog sin dudas :)
kurotashiO!
gracias por el comentario, kurio...
muy bueno tu blog también...
Creo que en materia de políticas públicas y comunicación, muchas veces las autoridades no captan la diferencia entre el comercial de Coca Cola y de su producto. Transantiago NO ES un producto, por tanto no servía la cara conocida, el jingle, y demás. Es un servicio, y por eso el acento debió estar en la información. El cómo, qué, cuando, dónde. Ahora, que la distancia afectiva es enorme, volver a meter el mensaje y la educación será difícil. Nadie quiere oír la palabra. O con muchos reparos, aunque exista un 20% para el cual sí le funciona, y hasta un 10% para el que esto le ha quedado mejor.
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