viernes, febrero 01, 2008

Supermercados: la pulpería del siglo XXI... ¡con tarjeta!
El reciente rechazo del Tribunal de la Libre Competencia (concepto ya complejo y hasta contradictorio... da para una tesis), frente a la fusión de Falabella y D&S no es menor. No es sólo una cuestión de concentración de mercado, que ya tiene tendencias mundiales muy precupantes en materia de fijación de precios y que provoca condiciones económicas y sociales aberrantes.
Hay un tema serio de costumbre. Visto desde lo lingüístico, tiene que ver con cómo significamos la acción de comprar. Para una cosa tan trivial como comprar el pan, nuestro referente hasta hace no muchos años era el local de la panadería de la esquina, donde la marraqueta salía calientita y crujiente. Hoy, el calor de los hornos, el ambiente medio popular, la imposibilidad de tener pan a toda hora (las horneadas tienen sus horarios), hace que uno vaya prefiriendo paulatinamente la falsa pulcritud del supermercado y su disponibilidad que aparenta ser permanente.
Los supermercados han cambiado nuestros hábitos de consumo, nuestros hábitos de vida. Más todavía en un mundo narciso-consumista, la concentración de nuestras adquisiciones, desde las cotidianas a las de largo plazo, nos lleva a depender de una suerte de súper pulpería, como en las salitreras del siglo XIX que nos fija las reglas sobre las cuales debemos consumir. ¡Y nos fideliza!... Con una tarjeta que nos condena a pedir fiado y a mantenernos pagando per secula seculorum.
Así como Coca Cola tiene como objetivo de posicionamiento el lograr que cuando la gente tenga sed piense en la bebida en vez del agua, los supermercados tienen como objetivo de posicionamiento la asimilación de la acción de comprar o consumir con el recinto supermercado y su tarjeta respectiva. Y lo van logrando.
Fíjense que incluso en los malls las tiendas ancla ya no son las de departamentos, como Falabella o Ripley... basta un supermercado como tienda ancla.
El tema da para mucho.

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