viernes, marzo 21, 2008

La nueva clase media: una mirada lingüística
El ejercicio que llevó a entregar un beneficio tributario a quienes adquieran viviendas superiores a las 4.500 UF, calificando a este segmento como "clase media", es una táctica lingüística que se ha de analizar en términos de sus intenciones en tanto manejo del mensaje, y sus efectos al interpretarlo.
Como herramienta lingüística implicó sustituir el significante de un significado, por otro. Así, cuando pensábamos en la clase media, se nos manifestaba (he ahí el significante) un profesional educado y generalmente empleado, cuyos ingresos alcanzaban para vivir en familia, probablemente con sólo un automóvil y educando a sus hijos esforzadamente. Tal vez el dinero le alcanza para enviarlos a la universidad.
Cuando nos dicen que en realidad la clase media, aquella a la que se beneficiará con el paquete de medidas rectivadoras de la economía, no es esa que pensábamos, sino otra manifestación, capaz de adquirir viviendas por más de $90 millones, es otro significante. La imagen que nos presentan es la de una persona distinta y provoca una profunda disonancia cognitiva.
No entraré en esta ocasión en el debate de cómo se definen las clases sociales y qué podemos considerar como clase media en el Chile actual (recomiendo, en todo caso, una tesis muy interesante en este sentido). Lo que quiero establecer es que el significante de la clase media en Chile (validado a nivel de estratificación social con fines publicitarios) es distinta: sólo considerando el valor de las viviendas, generalmente de 3.500 UF hacia arriba ya se considera ABC1... pero ahora quienes pueden pagar eso nos son presentados como clase media. Adimark afirma que el segundo escalón, el C2 (donde comenzaría la clase media) tiene ingresos familiares de hasta $1.200.000 al mes, ingreso que difícilmente alcanzaría para pagar una vivienda de 3.500 UF.
El problema de este ejercicio lingüístico es la disonancia cognitiva, elemento que impide la verosimilitud o credibilidad de un mensaje. No son creíbles los cambios tan drásticos en ninguna de las áreas de un signo lingüístico y eso tiene repercusiones pragmáticas: los receptores del mensaje se preguntan por qué ocurre, cuestionan y dudan. Esto genera crisis de confianza en una relación comunicacional.

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