jueves, enero 27, 2011

Adiós a la memoria

Me llamó la corredora de propiedades avisándome que tenía una "buena noticia". Se le escuchaba exultante. "Una pareja hizo una oferta por tu casa y ofrece lo que estás pidiendo", me dijo. Agregó que estaban dispuestos a firmar una promesa de compra esta semana, mientras mis trámites avanzan para mudarme a otro lado.
Al colgar el teléfono, en vez de sentirme feliz, me invadió un extraño sentimiento de tristeza. De pronto, recordé que fueron casi siete años en esa casa, que ese lugar dio forma a lo que iba a ser un proyecto para toda la vida, que ahí dejé mis esfuerzos y mis esperanzas por una vida junto a ella. Y, a su vez, ese lugar era su castillo particular, y le había impregnado su sello, sus colores, la infinita manía con que ordenaba los miles de adornos, artilugios y abalorios por todos los rincones. Ahí quedaban sus luchas contra las hormigas y su sempiterna dedicación al jardín, al que mantenía personalmente a pesar de los destrozos del perro.
Ese lugar era un "nosotros" que ya no existe. Yo ya no miré más el jardín, ni siquiera lo riego. Mis ojos no se posan en los múltples cofrecitos que habitan los muebles y ya no recuerdo lo que había en los cajones.
Sé que al mudarme tendré que recordarlo y encontrar documentos y escarbar en lo que fuimos, en ese nosotros que siento tan lejano, pero que sigue ahí.
Lo que viene ahora es un "mis niños y yo", en un lugar distinto. Hay que aprender a construir sobre la base de lo anterior. Mirar ese nuevo lugar y sentirlo propio, sin extrañar. Ser felices con lo que somos hoy y lo que podemos ser mañana, y dejar atrás lo que nos hizo felices antes. Mirar un nuevo rincón y alegrarnos porque ahora es nuestra oportunidad de impregnarlo de nuestras manías.
Dejaré un espacio en ese nuevo hogar para una nueva memoria. Estoy ansioso de llegar a él.

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