miércoles, abril 13, 2011

El sentido de la vida es de a dos

La vida no tiene sentido si no es de a dos. Bajo ese paradigma había forjado toda mi existencia. De alguna manera, lo sigo creyendo y cada paso que doy sosteniendo la vida propia, la de mis hijos y la de quienes uno tiene a cargo en distintas circunstancias, cuando lo doy solo, es más penoso.
No es una cuestión bíblica, aunque a veces me siento como describe el Génesis a Adán, que se sentía solo en el Edén. Y es que puedes estar en un paraíso, pero si no hay con quien compartirlo, se hace difícil encontrar un significado. Me dicen con frecuencia que el significado está claro y son mis tres hijos, pero no entienden la sutil diferencia entre tener a alguien a tu cargo (que es una responsabilidad, por más que se le ame) y hacerse cargo CON alguien.
Es lo que uno busca con una relación. Es como explicaba el hombre de La Mancha (me refiero al musical, más que a la novela), cuando explicaba la idea de una Dulcinea: es alguien a quien le dedicas tus batallas. Es alguien con quien puedes compartir las alegrías, caminar juntos, sin la carga de ordenarle la vida.
Para eso, por cierto, se ama. No para encontrar una satisfacción personal, no como un bastón. Más bien como estar apoyado espalda con espalda para no caer.
Si ante eso me dicen que soy incapaz de estar solo, digo "si". Porque la felicidad ha de implicar encontrar a ese ser
que articula nuestros pilares de resiliencia, y amar a ese ser porque su compañía da sentido a la vida, dirección, proyección, esperanza. En definitiva, permite construir un horizonte de entrega y amor, ya que si se construye sólo lleva frecuentemente a objetivos de vida ego-ístas y hasta narcisos, y estoy convencido que no hay narcisos felices (puede que satisfechos, pero no felices).
Yo amo, no por llenar la soledad, sino porque me da sentido y dirección. O puede ser al revés. Porque al tener sentido, logro llenar la soledad.

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