domingo, marzo 11, 2007

Reflexión en torno al eje incentivos-mensaje interpretado-conducta
Los incentivos (o su ausencia) son un mensaje, los mensajes son interpretados y generan reacciones y conductas. Por eso, gobernar con medidas -que van parchando el paso a paso y las contingencias y que no permiten ver el horizonte- en vez de con políticas públicas, es algo complejo, pues se pierde la noción de los incentivos que se crean con cada medida y de los mensajes que se envía (y que interpretan) los actores sociales.
Veamos un ejemplo actual. Al iniciar el Transantiago se estipuló que los montos que recibirían las empresas entre febrero y agosto, con cargo al administrador financiero, serían fijos. Es decir, independiente del número de pasajeros cada empresario recibe la misma cantidad de dinero. Aquí el incentivo es nulo, el mensaje interpretado es que la rentabilidad de las empresas no importa, y la reacción consiguiente es reducir al máximo posible la cantidad de buses en la calle, para reducir costos, única forma de aumentar la rentabilidad cuando se congelan los ingresos. Visto así, ¿quién es el responsable de la baja frecuencia de los recorridos? ¿Se puede culpar al sector privado tan livianamente si, en rigor, no hubo el incentivo para generar una conducta?
No estoy defendiendo a las empresas. Sólo aplico el principio de la empatía y estimo cómo actuaría yo si me aplicaran (o me faltara) un incentivo.
Más allá del ejemplo, un estilo de gobierno que no contemple los incentivos es como el gásfiter chasquilla que por no cambiar toda la cañería parcha sólo un trozo, aumentando la presión y generando fugas en otras partes.

1 comentario:

Nadiezhda dijo...

No me pierdo, siempre es grato leer un buen post. Bueno, basta ver lo que pasó con Loreto Ditzel para entender que no miran más allá para tomar decisiones.